Román eligió el trapo que más le gustó de los muchos que pusieron, hizo ir a la práctica para que se lo regalara y se lo cambió por su camiseta autografiada.
"M, los códigos no se manchan".
Fue el mensaje que eligió. Fue, sin dudas, el trapo que le llegó al corazón.
Román es selectivo. Para dar un pase, para pegarle al arco, para correr, para elegir una comida (no le gusta el pollo) y hasta para elegir compañeros en la ronda de mate. Y también, claro, es selectivo para elegir banderas. La bandera idolatrada.
Aún es viernes a la tarde. Jorge está en su casa y escucha por enésima vez las declaraciones de Maradona. Y estalla. Y grita al aire, sólo frente al televisor: "Hay mucha injusticia. Voy a hacer una bandera". 24 horas después, lo que hace apenas un día era un bosquejo y una simple ilusión, ya es realidad. Esa caricatura con trazo perfecto y esa frase con sentimiento inmortalizado empieza a ser parte de un Romance que recién arranca.
Ahora son las siete de la tarde de un domingo Riquelmeano. Jorge llega a la Bombonera y cuelga su tributo al 10 en la platea alta. Le apunta directo a los ojos de JR. Y no falla.
Ya son casi las once de la noche. Jorge espera a su ídolo. Lo ve, al fin, antes de que se suba al micro. Y ahí, en ese instante mágico, Román le pide el regalo. Y lo cita para un encuentro inolvidable.
Ahora sí, es lunes. Estamos en Casa Amarilla. Mario Torres, jefe de seguridad del plantel, acata las directivas de Riquelme y les ordena a los empleados del club que abran el portón. "Me escapé del laburo", le cuenta Jorge a Olé, mientras posa con su trapo, ya instalado en la pequeña tribuna de la cancha principal del predio. Empleado de una financiera, pegó el faltazo al trabajo sólo porque lo llamó "Riquelme" y se anima a jurar que incluso si lo hubiera citado "Kirchner", no habría dado parte de enfermo.
Y sí, ya está, la práctica terminó. Privilegios de "amigo", Jorge ingresa al hall, pasa las barreras de seguridad, cruza al otro lado del estacionamiento y se encuentra cara a cara con su ídolo. "La bandera es hermosa", agradece Román y le retribuye el gesto con el mejor regalo que podía ofrendar: su camiseta autografiada. "Me voy directo a enmarcarla", dice Jorge, con la voz aún entrecortada que delata su emoción.
La historia, en definitiva, cuenta que Riquelme eligió "su" bandera. Porque de las tantísimas que se vieron el domingo en el Alberto J. Armando, de las innumerables muestras de apoyo que recibió, él optó por aquélla que le llegó al corazón. Por eso, le pidió especialmente a Jorge que se acercara al entrenamiento para poder disfrutar del trapo.
Luego de una semana difícil en la que apareció hasta en los programas de cocina, Riquelme gozó, el domingo, de la veneración de los hinchas de Boca y pudo sentir, in situ, que le ganó por afano a Maradona. Su renuncia a la Selección despertó amores y odios. Como siempre. Y en esa dicotomía que genera, en ese ¿de qué lado estás chabón? o vos o yo, la gente dio su veredicto y se quedó con el ídolo que ya le dio tres Libertadores y que todavía puede ser clave en esta edición 09.
Así las cosas, pues, la mañana de ayer lo encontró "feliz". Participó del trote regenerativo junto al resto de los que habían enfrentado a Argentinos y después pasó un largo rato sentado y charlando con su amigo Figueroa. Después, sí, compartió unas bromas con Javi García, otro de sus compinches del plantel, y se fue a disfrutar de una ducha redentora.
Román es consciente de que su adiós a la celeste y blanca sacó a relucir todo el amor que irradia en los hinchas de Boca. Es más, por primera vez en el año se subió al escalón más alto del podio de las ovaciones, que lo tenían algo relegado por el regreso post lesión de Palermo y la vuelta al club del Pato Abbondanzieri. Por eso, en la intimidad, le reconoció a los suyos que tanto cariño en el partido ante Argentinos lo "sorprendió". De hecho, varios de sus allegados y admiradores se jactaron de haberle "ganado" a un peso pesado como Maradona.
"M, los códigos no se manchan". Un mensaje al corazón. Una bandera idolatrada.
EXTRAIDO DEL DIARIO OLE, Ariel Kertzman,EDICION lunes 16 de marzo, 2009.
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